Preservar el patrimonio audiovisual significa asegurar su acceso hoy y mañana. Sin embargo, para lograrlo se presentan diversas problemáticas teóricas y prácticas.
Por: Erick Cardoso*
La combinación entre la obsolescencia programada y la degradación de medios promueven la irreproducibilidad de máquinas y formatos. Para material de origen analógico, la digitalización se ha vuelto una práctica necesaria, pues este adopta una ubicuidad que fomenta su acceso y prevé algunos de los peligros de un archivo físico. No obstante, el almacenamiento de archivos digitales se ha vuelto un tema contencioso.
De acuerdo con el soporte, su degradación varía. Formatos magnéticos tempranos y discos producidos en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI han probado no ser fidedignos a largo plazo. El apresurado desarrollo de tecnologías de almacenamiento de medios sólo ha añadido a este problema, y ha generado incertidumbre en cuanto a qué formato perdurará.
La degradación sucede en cualquier soporte y cualquier medio de reproducción.
Actualmente, en la mayoría de los casos, el almacenaje de contenido audiovisual se hace dentro de cintas magnéticas del tipo Linear-Tape-Open (LTO). Esta tecnología apareció a finales de los años 90 y ha sido rápidamente adoptada por la industria cinematográfica como estándar debido a su costo además de la gran capacidad de almacenaje y su relativa autonomía (comparada con servicios como la nube). En su última versión, se pueden almacenar hasta treinta terabytes de datos con compresión en un solo cartucho.
El problema principal con el LTO es su tiempo de vida, que es de 10 años. Después de esto se tiene que considerar almacenar este medio en condiciones especiales de temperatura y humedad para prolongar su vida. Así mismo se deben resguardar también los dispositivos de lectura. Al desarrollarse esta tecnología, se ha acrecentado la densidad de almacenaje cada dos años, pero con cada generación de LTO que aparece en el mercado, otra, tres generaciones atrás, deja de ser compatible con los nuevos lectores.
Bajo este contexto, el migrar un archivo de gran tamaño a la última versión del formato podría llevar un alto riesgo, pues la información requiere de entornos específicos de hardware y software para poder reproducir los datos contenidos. De acuerdo con el Institute of Electrical and Electronics Engineers, el proceso de mantenimiento y migración de grandes volúmenes de información puede costar millones de dólares y conlleva el riesgo de perder la información.
Almacenajes en la nube también son víctimas de esta problemática. Un ejemplo de ello es lo que sucedió con Myspace en 2018, donde se perdieron alrededor de 50 millones de canciones durante una migración en sus servidores.
El almacenaje en la nube también conlleva otros riesgos: incidentes de seguridad, ciberataques y el riesgo que la información está en manos de un tercero. Asimismo, los servidores dependen de una compañía, la cual puede sufrir algún daño de infraestructura, su disolución o un litigio, que puede resultar en la pérdida de la información, como sucedió con los datos borrados de 630 servidores de Megaupload.
La película
La película, formada por la emulsión: una gelatina (proteínas complejas) con cristales fotosensibles en suspensión, sobre una base, que históricamente ha sido de nitrato, acetato y poliéster: la cual es utilizada hoy en día como base de la película y que es material sumamente resistente.
Aunque todos los soportes fílmicos presentan algún tipo de degradación química o física, el hecho de que se pueda ver el contenido, brinda enormes beneficios. Un material de nitrato de hace 100 años aún puede ser visto, tratado y digitalizado, pues no requiere de un reproductor sumamente avanzado. Su contenido se puede revisar con tan sólo una fuente de luz, volviendolo un formato que puede sortear los constantes cambios tecnológicos.
Los avances en soportes fílmicos han logrado asegurar siglos de vida, al combinarse con sus características de reproducción, el soporte es una de las mejores opciones para el almacenamiento de contenido audiovisual a futuro.
Existen varias tecnologías para transferir datos a película. El llamado data to film o intermedia digital, permite plasmar contenido audiovisual nacido en digital sobre película de 35mm. Más allá de la imagen en movimiento, existe también Piql, una tecnología noruega con la cual se pueden conservar datos digitales en un soporte fílmico que tiene un período de vida de hasta 500 años, periodo de tiempo comprobado por Norner, laboratorio especializado en polímeros.
Esta tecnología tiene el objetivo de evitar los riesgos que conlleva el ciclo de migración de soportes digitales, pero este proceso se debe acompañar de una estrategia de preservación digital, para garantizar no solo que el contenido fue almacenado de manera correcta, sino que en el futuro se podrá recuperar con fiabilidad e integridad.
Ya sea en papel, piedra o película, podemos ver los fragmentos culturales de la antigüedad. La degradación de los materiales es inevitable debido a los múltiples factores ambientales a los que los soportes se encuentren expuestos. Pero en la búsqueda de trascender, la preservación de la información digital a largo plazo representa uno de los retos más significativos para resguardar la historia reciente de la humanidad.
* Erick Cardoso es egresado de la Universidad del Norte de Texas. Especialista en ciencias y tecnologías de la información. Ha participado en diversas iniciativas para la preservación de contenido, como el Archivo del Mundo en el Ártico, InterPARES y proyectos de la Comisión Ordinaria para la Preservación de Documentos y Acervos Digitales del Consejo Nacional de Archivos de México.
Deje su comentario