Ya no es sorpresa ni novedad: la informática llegó al mundo de la imagen para quedarse. Cada vez son más las productoras de video y estaciones de televisión que están transformando todo el material con el que trabajan en archivos digitalizados. Y la informatización trae aparejada la necesidad de infraestructura, en particular, servidores y equipos de almacenamiento (storage).
La decisión para la compra de un servidor tiene una primera bifurcación: ¿es conveniente adquirir equipamiento específico para el mundo del video o puede comprarse un servidor estándar, de marcas reconocidas, como HP, Sun o IBM?
Si bien tecnológicamente ambos pueden cumplir con los requerimientos de capacidad en disco, disponibilidad de memoria y velocidad de procesamiento, lo cierto es que los servidores específicos, desarrollados por compañías como Omneon (con su Spectrum), Leitch (con sus Nexio) o Thomson Grass Valley (con la familia Profile), entre otras, tienen una ventaja: asimilan conceptualmente el trabajo de video y ofrecen funcionalidades y flexibilidad propias de este mercado.
Existen particularidades como la necesidad de trabajar en tiempo real para sacar contenidos al aire, el soporte al flujo de trabajo en HD o el time code, que son específicas del mundo del video y que difícilmente estén contempladas en servidores estándares.
En líneas generales, la infraestructura se completa con otros productos, como equipamiento de almacenamiento o interfaces con islas de edición y dispositivos de ingesta y de salida. Es común que todos los fabricantes de servidores ofrezcan, directamente, soluciones armadas de infraestructura que incorporan todos los dispositivos necesarios para cubrir las necesidades informáticas de la organización.
Datos a tener en cuenta
¿Qué aspectos hay que evaluar a la hora de seleccionar un nuevo
servidor de video? Uno de los más importantes es la
escalabilidad. Esto significa la capacidad que tiene el equipo de
crecer a medida que lo hace la empresa. Si la productora hoy
procesa 100 horas de video mensuales, pero puede crecer hasta el
triple en el término de un año, el servidor debe poder tolerar
ese incremento sin necesidad de ser reemplazado, sino tan solo
con el agregado de memoria o capacidad en disco. Por esto es
valioso que el equipo sea modular, es decir, que pueda dividirse
en pequeños módulos independientes, cada uno de los cuales
tiene sus funciones definidas.
Otro punto es el soporte a estándares y protocolos del mercado, así como la capacidad de flujo de trabajo en HD y la capacidad de migración entre tecnologías y modos de operación (de analógico a digital, de cinta a disco, de SD a HD, de monocanal a multicanal, etc).
La compatibilidad es un ítem que no puede dejarse de lado. La capacidad que tiene el servidor de trabajar e interoperar con dispositivos de otras marcas. Muchas veces, es conveniente, por ejemplo, adquirir la solución de storage de un fabricante diferente al del servidor, por ser más económica, por adaptarse mejor a las necesidades puntuales de la organización o por tener una mayor capacidad. En ese caso, hay que chequear que el servidor y el equipo de almacenamiento se comuniquen entre sí sin inconvenientes. El avance de los estándares y de los formatos hacen que esto sea cada vez más sencillo, pero, de todos modos, sigue siendo un aspecto a tener en cuenta.
La confiabilidad es la capacidad del servidor de mantenerse funcionando a pesar de las contingencias. Esto es particularmente importante, en especial en aquellas organizaciones que se ha informatizado al 100 por ciento y que su negocio depende por completo del correcto funcionamiento de la infraestructura. Un servidor apagado es sinónimo de una empresa que pierde dinero. En general, los nuevos equipos tienen arquitecturas que completan la máxima operabilidad, incluso cuando falla alguno de los componentes.
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