Adiós a la TV del desperdicio

Difícil es definir o etiquetar un año. Quizá nos acordemos, en el futuro, de 1998 simplemente como un año necesario. De hecho, no fue de estancamiento o recesión para todos: los que supieron aprovecharlo, obtuvieron crecimiento. Para otros, fue un año necesario de acomodamiento, organización, planificación y preparación para el gran cambio que se acerca, un verdadero renacimiento.

1998 también fue un año en el cual los mega-capitales mundiales continuaron con el juego por el dominio de la propiedad de los medios de telecomunicaciones. La crisis en el mundo asustó a los jugadores, y la reacción natural fue frenar un poco el ritmo frenético del juego financiero.

Los hechos más importantes fueron, por el impacto que próximamente tendrán en nuestras vidas, los avances de la televisión digital y el desarrollo tecnológico del video bajo demanda. Por esta razón, la elección de Argentina de un estándar digital es un hecho histórico importante, porque marca el fin de una etapa de indefinición y pone en marcha la creación del futuro.

Nuestras acciones para dinamizar la industria deben orientarse a sintonizarla permanentemente con los deseos y las necesidades de la gente, y a crear, con responsabilidad histórica, una visión de futuro mejor. A partir de ahí nos cabe discutir la realidad actual, remover los obstáculos del camino y crear el futuro mismo.

Ustedes me conocen y saben que soy optimista. Nuestra industria, como cualquiera otra, anda bien cuando está en sintonía con los deseos del público. Si ofrecemos lo que la gente quiere, tendremos siempre una industria saludable, fuerte y dinámica. Entonces debemos preguntarnos en todo momento; "que quieren los abonados?" La respuesta, para mí, es: máxima oferta de contenidos, posibilidad de informarse fácilmente sobre éstos y de elegir el deseado acceso instantáneo al programa seleccionado, a precio conveniente.

El contenido de lo que miramos es alimento para le mente y el espíritu, comida buena y saludable que fortifica, o mala, que enferma. Y lo que es bueno para uno, no lo es necesariamente para todos. El mundo es lindo en su diversidad y a nosotros nos compete, con nuestro trabajo, ayudar a promover y mantener una sociedad democrática y pluralista.

En una punta tenemos un público ávido de diversidad, con intereses distintos y variados. En la otra, expansión de la oferta con mayor generación de programación, medios de producción más accesibles, acercándonos al hasta hace poco impensable mundo en el que tendremos "una cámara en cada mano". El cuello de botella está justo en el medio; una tecnología y un modelo de negocios que limita el acceso a más entretenimiento, educación e información.

Adiós a la tecnología analógica y los canales. Estos, como los conocemos hoy día, morirán, y serán pocos los que permanecerán. Llegará entonces la tecnología digital y la posibilidad de elegir contenidos específicos, recibirlos en el momento deseado, pagando simplemente por lo que elegimos, recibimos y miramos.

Llegará la soberanía del video-on-demand y del pay-per-view. Adiós a la televisión del desperdicio, donde pagamos por lo que no miramos y donde parte de nuestro abono mensual llega a manos de los que desarrollan contenidos que no nos interesan o no aprobamos.

Adiós a la basura que recibimos forzados, porque la empaquetan junto con la programación excelente. Hola a la televisión democrática y de libertad de elección. Hola a la calidad. Hola a los menúes en los que elegiremos lo que queremos ver.

Llegarán las guías interactivas de programación, que nos permitirán informarnos y seleccionar contenidos. Guías cada vez más fáciles de usar, más informativas, que busquen conocer los intereses individuales de cada uno de nosotros, que brinden fácilmente información sobre el contenido de la oferta casi infinita a nuestra disposición.

Hay, por lo tanto, que reinventar el negocio, ver nuevos modelos mas allá del tradicional.

Hace tiempo que Argentina necesita un gran cambio en su modelo de negocio de TV por cable, el modelo del "gran y único paquete básico de canales". Este cambio es inevitable y se avecina. Argentina tiene la mejor TV por cable tradicional del mundo, un lujo desconocido por públicos de otros países; nadie tiene acceso a tanto pagando tan poco.

Pero esta realidad misma, que sirvió para desarrollar el negocio y parece benéfica, es la que impide el cambio de este modelo, que ya se está quedando en el pasado, hacia formas nuevas y mejores de brindar acceso a educación, entretenimiento e información.

Hay que usar cada vez más la mercadotecnia para acercarse al público, no sólo para detectar necesidades, sino también para, basados en una visión responsable de futuro, crear nuevas necesidades (aún desconocidas por la gente) junto con los medios para satisfacerlas.

El impacto de la televisión en nuestra sociedad es inmensurable. Estamos creando un hombre nuevo y un mundo nuevo. La televisión achica el mundo, muestra el mundo al mundo, combate prejuicios, nos hace hermanos en sufrimientos y grandezas.

La televisión es el vehículo que une a las poblaciones y ayuda a la confraternización humana y la disolución de fronteras. Por esta razón, por el impacto que tiene sobre todas las vidas del mundo, debemos tener bien clara nuestra responsabilidad social.

Si conformamos una industria preocupada por la sociedad, la justicia y la promoción de la paz, una industria participante y consciente, que trabaja constantemente para reformar y mejorar el mundo, seremos absueltos en el juicio histórico.

Me alegro de ser parte de una compañía que no sólo es líder en el campo de la TV digital, sino que tiene una visión clara de su responsabilidad.

¿Será 1999 el año del cambio? Esto depende de nosotros mismos y de nuestro liderazgo. A nosotros, que formamos la industria, nos fue dada por la sociedad la misión de comandar el cambio. Servimos al público. El fruto de nuestro trabajo es la herencia que dejaremos a las generaciones que nos siguen. No perdamos la oportunidad de hacer lo que es correcto. Hacer historia, servir a la comunidad y mejorar el mundo.