Soy un fanático de los deportes por televisión. Y por eso disfruto la múltiple y variada oferta que nos trae el cable últimamente. No me pierdo el Super Bowl del fútbol americano ni las finales de la NBA. Sigo con interés los partidos de la Champions y la Liga Española aunque mi equipo, el Athletic de Bilbao, pelee más el descenso que las posiciones de privilegio. Y me he encontrado, en ocasiones, viendo partidos inverosímiles de la B argentina, como un All Boys versus Platense. Pero mi pasión es el tenis. Me levanto a las 4 a.m. para disfrutar de un Federer-Djockovic en Australia y no me pierdo ni un solo ATP Master Series.
Por el tamaño de la pelota, el tenis, quizás al igual que el golf, es uno de los deportes más difíciles de producir en televisión. Las autoridades deportivas nos hicieron un gran favor hace varios años, cuando cambiaron el color de las pelotas de blanco por amarillo. Hace dos años, la instalación del Hawk-Eye (Ojo de halcón), un sistema computarizado de cámaras que permite recrear con exactitud la trayectoria de la pelota en realidad virtual, primero en el Abierto de Estados Unidos y después en el resto de torneos importantes, mejoró la experiencia para los fanáticos y facilitó el trabajo de los jueces.
Pero no sólo en el color de la pelota y en las repeticiones virtuales está la riqueza de las transmisiones de tenis (o de cualquier otro deporte); existe, por una parte, un gran cuidado en el manejo de la calidad de la señal televisiva. Se eligen las mejores cámaras, los mejores lentes e, incluso, se trabaja con el organizador para escoger la mejor hora, no sólo para comodidad de la audiencia sino para evitar posibles dificultades en el manejo de las zonas de luz y sombra en la cancha. Por otra parte, existe un equipo humano preparado. El productor, el director de cámaras y los operadores han estudiado y planeado el partido. Conocen el deporte, el estadio, saben de la disposición de las cámaras, planean las tomas cerradas con las expresiones de los jugadores.
En estos días estaba viendo los partidos del ATP de Viña del Mar, y si bien creo que la producción mejoró bastante respecto de años anteriores, todavía hay muchos factores que se deben trabajar, especialmente en lo que respecta a la iluminación. No espero que cualquier partido de tenis en América Latina tenga Hawk-Eye, pero creo que los cuatro principales torneos de la región (Viña del Mar, Buenos Aires, Costa de Sauipe y Acapulco), todos con buenos patrocinadores, deberían estar pensando en mejorar su transmisión. Se necesita optimizar la iluminación, usar más y mejores cámaras y preparar el personal.
Tomo el tenis como ejemplo, pero esto aplica para todos los deportes. La transmisión deportiva es una de las áreas de negocio más importantes para la televisión. El advenimiento de la televisión digital en la mayoría de nuestros países nos exigirá mejorar la calidad de las transmisiones. Ojalá en un futuro pueda ver un partido entre All Boys y Platense como si fuera uno del calcio italiano.
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