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Algunos mitos de la televisión interactiva

Muchos productores creen que decir ?televisión interactiva? es lo mismo que decir ?nueva tecnología?, ?grandes inversiones? o ?socios extranjeros?. Y eso es cierto? sólo en algunas ocasiones.

¿Es posible implementar modelos de televisión interactiva sin hacer inversiones millonarias? Ciertamente puede hacerse, si partimos de una premisa que olvidamos con frecuencia: la interactividad viene del diseño de programación, no de la adopción de una u otra plataforma técnica. Quizás parezca absurdo hacer esta afirmación en las páginas de una revista como TV y Video… pero así son las cosas.

¿Con quién interactuamos?

Por un minuto dejemos de pensar como productores, ingenieros o realizadores. Pensemos como televidentes. Que una pieza interactiva sea tal, es el aporte del usuario. La clave del éxito para un producto interactivo no es la disponibilidad de juguetes electrónicos de última generación. Es la participación del público. A partir del momento en el que los espectadores aceptan que su relación con un programa de televisión no debe ser pasiva, el producto empieza a tener un potencial de interactividad.

Pongamos esto de otro modo: podemos contar con un sofisticado montaje para manejar contenido enriquecido, podemos dotar a nuestros televidentes con el más moderno equipo terminal, podemos contratar a los más talentosos diseñadores de contenido multimedial… pero si no logramos que el público participe, no estamos haciendo televisión interactiva, sólo estamos perdiendo tiempo y recursos.

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¿Y qué se necesita para que el público quiera participar en un programa de corte interactivo? Ante todo, contenido atractivo, que siempre ha sido el ingrediente básico de la buena televisión. Y, además, se requiere un trabajo serio de mercadeo: para enganchar al público hay que conocerlo.

¡Atención! ¿No se supone, acaso, que ya conocemos a nuestro público? Eso es algo que está implícito en nuestro exitoso desempeño como programadores. Se supone que nuestra ‘parrilla’ responde exactamente a lo que quiere el público, pero la verdad es que estas presunciones no son suficientes para abordar la implementación de una programación interactiva.

Revisemos nuestra información demográfica: ¿sabemos cuántos usuarios estarían dispuestos a ‘participar’, aunque esto implique un costo directo para ellos? ¿Tenemos datos ciertos sobre acceso a internet en hogares? ¿Disponemos de esquemas comerciales capaces de soportar experimentos de interactividad fuera del primetime?

Conclusión No. 1: antes de pensar en producir programación interactiva, hay que hacer un importante trabajo de mercadeo y diseño de programación.

¿Cómo interactuamos?
Desde una perspectiva técnica, el problema esencial de la interactividad es proveer una ruta de retorno para el contenido originado por el público. Lo cual nos lleva a un factor muy importante: no sólo necesitamos espectadores dispuestos a responder. También necesitamos un público hábil, capaz de manejar la plataforma que le permite aportar su granito de arena a nuestro proyecto interactivo.

La competencia del público como interlocutor de la televisión no depende sólo de su formación como usuario de aparatos novedosos. Generalmente, eso no es un problema, pues los más sofisticados sistemas interactivos se operan mediante cacharros muy parecidos al control remoto de una VCR. El problema real es el acceso: las plataformas de interactividad más novedosas requieren una inversión importante –y alguien tiene que pagar por eso.

Si hablamos de operaciones de cable el problema es relativo: muchas redes de TV paga ya tienen una plataforma de interactividad, perfectamente capaz de soportar aplicaciones como encuestas, compras en línea y juegos sencillos. Lo que pasa es que han decidido restringir su uso a soportar aplicaciones de pago-por-ver, o en el mejor de los casos, a montar sistemas de información que tienen más de intranet que de televisión. Y la verdad es que esta actitud no resulta nada descabellada si consideramos que el negocio de los cableros es programar no producir.

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Esto nos trae a un punto neurálgico: montar sistemas interactivos es más fácil para los cableros que para los operadores de televisión abierta. Quien tiene una red terrestre, tiene solucionada la mayor parte del problema… sin necesidad de proponer a sus usuarios un costo extra por conexiones de última milla. Seamos honestos: ¿es viable pensar en alianzas de programación entre cableros y teleoperadores? Tal vez no podemos esperar muchos resultados por ese lado…

Conclusión No. 2: si una estación de televisión quiere montar un proyecto interactivo, debe contar con una red propia para capturar información de retorno.

Cómo (se supone) hay que hacer TV interactiva…
Desde hace muchos años se discute si las aplicaciones ‘serias’ de televisión interactiva deberían montarse sobre PCs disfrazados de televisores o sobre televisores disfrazados de PCs. Finalmente, el mercado llegó a una solución salomónica: la mayoría de propuestas actuales de TVI utiliza set top boxes, que no son más que dispositivos terminales que administran la presentación de contenidos y permiten capturar respuestas de los usuarios. El mundo de los set top boxes es también el mundo del middleware, los sistemas de software que permiten implementar aplicaciones interactivas en un entorno de televisión más o menos convencional.

El middleware es una capa de software que opera como un intermediario entre la operación de una cabecera de cable o estación de televisión y las demandas de los usuarios. Es el administrador de la entrega de contenido y de la ruta de retorno. Pero lo más importante de un sistema de middleware es que funciona como un entorno de desarrollo para aplicaciones interactivas –aplicaciones que se crean con base en un repertorio más o menos amplio de operaciones básicas–: selección de opciones múltiples, registro de datos para transacciones comerciales, administración de correo electrónico…

¿Qué podemos esperar de una sofisticada instalación de este tipo? Ante todo, transporte de contenido enriquecido en paralelo con la transmisión normal. Compras en línea, conectividad con la web, video por demanda… todas las cosas casi mágicas que la industria viene anunciando hace diez o doce años.

Este tipo de sistemas funciona muy bien, pero su costo inicial es alto, generalmente requiere inversión por parte de los usuarios y en la mayoría de los casos se necesita la creación de departamentos especiales para su administración y para generación de contenidos. Y tienen un problema gravísimo: el tipo de usuarios que podría soportar estas redes ya está en otra parte… pues generalmente hace varios años que es usuario habitual de la web –y es muy posible que "ver televisión" no sea una parte importante de su vida.

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Esto ha llevado a que algunos diseñadores de aplicaciones interactivas revivan la antigua competencia entre televisores y computadoras: el público potencial está en su PC muchas horas cada día… luego puede ser buena idea llevar la experiencia TVI a ese entorno. ¿Alguien ha visto las demostraciones de Windows Media Center? Se trata exactamente de eso: de convertir la experiencia de ver televisión en una parte del universo de opciones de entretenimiento digital.

Mientras tanto, otra rama de la industria aboga por la interactividad local. Dispositivos como TiVO, las grabadoras de discos DVD con discos duros y algunos set top boxes ‘inteligentes’ tratan de cambiar la forma como el usuario se relaciona con la televisión. Básicamente, son herramientas dedicadas a administrar la monumental oferta de los sistemas de TV paga tratando de filtrar contenido, registrarlo y diferirlo según los intereses del usuario. Para muchos televidentes, TiVO se convierte en la puerta hacia el "aprovechamiento total" de la televisión. Y con la adición de un sencillo interpretador de metadatos puede convertirse en el vehículo perfecto para entregar publicidad personalizada.

En este punto cabe un cuestionamiento. Este tipo de sistemas existe, funciona y es viable en muchos mercados. Algunas veces tiene éxito y cautiva buenos segmentos del público. ¿No vale la pena preguntarnos si la televisión ‘empaquetada’ en un medio diferente sigue siendo televisión? Tarde o temprano, el contenido interactivo tendrá que dejar de ser un acompañante de las transmisiones convencionales y empezar a contribuir a la creación de nuevas formas narrativas, de nuevos géneros y de nuevas alternativas comerciales.

Conclusión No. 3: tarde o temprano va a triunfar la ruta de la computadora+TV, y ya no estaremos haciendo televisión, sino canales de entretenimiento.

Soluciones ingenuas
Para hacer TV interactiva no necesitamos convertirnos en expertos en TI, adquirir aplicaciones especiales, hacer un montaje digno de un ISP, mercadear dispositivos terminales, estar dispuestos a dar soporte a usuarios… y todo esto para soportar unas pocas horas de programación al día.

Nuevamente hagamos un esfuerzo para dejar de pensar como productores. ¿Cuándo empezó la televisión interactiva? Desde el punto de vista de los teóricos, con los experimentos de videotexto de finales de los sesenta. Para los productores, con los programas de videojuegos de los ochenta. Pero para los usuarios, la interactividad empezó hace más de 70 años, cuando los programas de radio en vivo empezaron a recibir llamadas telefónicas "en directo". El primer dispositivo de retorno para aplicaciones interactivas en tiempo real fue el humilde híbrido telefónico.

¿Es posible implementar aplicaciones interactivas de corte moderno mediante telefonía terrestre? Dejemos que los hechos hablen. En Brasil, los programas de opinión usan call centers para capturar información durante la emisión. Muchas estaciones regionales emiten programas de debate que generan varios cientos de llamadas por cada emisión. En el mundo de la televisión de bajo presupuesto con horarios miserables es frecuente encontrar talk shows que se alimentan de llamadas de solitarios trasnochadores.

¿Vale la pena invertir tiempo y dinero en hacer TV interactiva "a lo pobre"? Veámoslo como un esfuerzo de investigación y desarrollo. Cualquier proyecto que logre alcanzar un éxito moderado por vía telefónica podrá ser luego promovido, actualizado o transportado al sofisticado mundo de la interactividad ‘seria’. Y un formato probado es un activo importante en el mundo de la televisión.

Este tipo de programación con posibilidad de acceso cumple las condiciones mínimas de interactividad: el espectador se siente atraído por la posibilidad de contribuir a las estadísticas o de oír a gente corriente en la tele. Cualquiera puede usar un teléfono, y la red de retorno tiene un cubrimiento excelente, con costos de operación que la mayoría de usuarios considera despreciables.

Pongamos un poco más de tecnología en este coctel: pensemos, por ejemplo, en los canales que venden videos musicales usando sistemas de audiorrespuesta. En los programas de videojuegos que utilizan interfaces de tonos telefónicos. O en los call centers que atienden el "llame ya" de los programas de telemercadeo.

Conclusión No. 4: todo esto es televisión interactiva, los usuarios la aceptan como tal y ya está funcionando –sobre redes telefónicas basadas en alambre de cobre.

El paso siguiente…
¿Para qué montar una red si hay operadores de otros servicios de comunicaciones que tienen espacio disponible en las suyas? La mayoría de operadores de telefonía móvil están dispuestos a asociarse con la televisión para proveer rutas de retorno. El rey de la TV interactiva, ahora y por muchos años más, es el SMS, el sistema de mensajes cortos. Los mensajes de texto soportan encuestas de realities, boletines de mensajes "en directo", avisos clasificados, chatrooms televisados…

¿Qué es lo más atractivo de una plataforma basada en SMS? Que no requiere una cabecera. Con un par de piezas de software y unos cuantos PCs, los operadores de telefonía móvil pueden entregar un flujo de datos bastante voluminoso al máster del canal. ¿Qué se hace con esos datos? Eso depende del diseño de cada programa, aunque por ahora estamos restringidos a texto; es posible que en un futuro próximo se pueda incluir contenido multimedial originado en teléfonos móviles, incluido video en movimiento casi en directo.

Desde el punto de vista de ingeniería, el problema es poner en pantalla los contenidos que entrega la compañía de telefonía. La forma canónica de hacerlo sería usando un sofisticado generador de caracteres con capacidad de manejar bases de datos remotas, o un sistema de gráficos en tiempo real con capacidad de operación automatizada, pero la verdad es que la mayoría de estaciones de televisión que están usando sistemas de este tipo suelen recurrir a computadoras personales y scan converters para convertir textos en video. Es posible que se pierdan algunos nanosegundos de resolución, pero esta opción cuesta muy poco.

Pensemos ahora como productores. ¿Qué puede hacerse con un sistema que permita administrar eficientemente un gran flujo de mensajes de texto? Ya vemos cosas como programas de ayuda de tareas, brujos y espiritistas de todos los calibres, complejas redes de contactos y avisos personales, curiosas mezclas entre el juego del ahorcado y sesiones de strip tease, toda clase de concursos y sistemas de apuestas. Tenemos que admitir que esto también es televisión interactiva, aunque no recurra a plataformas sofisticadas, especialmente diseñadas para estos menesteres.

Y lo mejor de todo es que esto se logra con equipo terminal comprado por los usuarios, que ya saben manejarlo y están dispuestos a pagar por evento, por participar en nuestros programas interactivos. ¿Qué podría ser mejor que esto… por ahora?

Conclusión final: estamos haciendo TV interactiva hace varios años… y no nos habíamos dado cuenta.

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