El poder del color

El color puede adquirir una fuerte carga simbólica hacia el interior y el exterior del cuadro. Cuando se trata de lograr imágenes que tengan la capacidad de transmitir emociones y narrar historias, la función y el sentido del color no pueden supeditarse a las exigencias técnicas del verismo o realismo fotográfico.

El realizador que quiera apropiarse del poder del color debe comprender las sutilezas de su manejo, y el concepto básico que necesita para reforzar sus habilidades como fotógrafo: temperatura de color.

Una manera práctica de apropiarse el concepto de temperatura de color es adquirir el hábito de observar con detenimiento y sentido crítico todas las fuentes de luz que forman parte de nuestra vida cotidiana.

Por ejemplo, el color dominante de la luz de una vela es el amarillo. La luz que viene de un cielo nublado es azulada. Cada fuente de luz tiene un color característico, relacionado con el proceso físico que la origina.

Para poder describir con precisión las variaciones cromáticas de la luz se ha implementado una escala relacionada con las variaciones físicas de temperatura de un hipotético "cuerpo negro". La idea es que si el objeto de referencia se calienta a una temperatura determinada emitirá luz de un color característico, y el color irá variando con los cambios en la temperatura del objeto.

Cada nivel de temperatura corresponde entonces a una tonalidad en el color de la luz y por lo tanto puede describirse en grados Kelvin (ºK).

Cuando decimos que la luz de una vela tiene una temperatura de color de 1000ºK, significa que el "cuerpo negro" debería llevarse a esta temperatura (aproximadamente 730 grados celsius) para emitir una luz con la misma tonalidad amarilla. Para que del mismo "cuerpo negro" emane un color tan azulado como el de la luz del día sería necesario llegar a más de 5000ºK.

Por ejemplo, al encender una lámpara doméstica el filamento se calienta hasta emitir luz de 2400ºK. Pero si se utiliza un dimmer para reducir a la mitad el voltaje de la corriente se obtendrá una luz más rojiza, con una temperatura de color de unos 1300ºK. Y si se aplica un voltaje excesivo, antes de reventarse el filamento entregará luz levemente azulada, que posiblemente alcance una temperatura de 4200ºK.

Normalmente no apreciamos las diferencias de temperatura de color porque el cerebro hace un esfuerzo para eliminar las diferencias que el ojo humano alcanza a percibir.

Por ejemplo, si vemos una hoja de papel blanco, es muy probable que la percepción del color sea apropiada independientemente de que esté iluminada por una vela o por la luz del día. En cualquier caso el cerebro "compensará" la imagen para que la veamos como una hoja de papel blanco.

Sin embargo, ni la película fotográfica ni las cámaras de video tienen la posibilidad de hacer por sí mismas una compensación equivalente. En el caso de la película, los fabricantes ofrecen varios tipos de emulsiones fotosensibles equilibradas para fuentes de luz de diferente color.

Normalmente se dispone de materiales apropiados para luz de tungsteno (3200ºK) y de otros para luz día (5600ºK). Si se emplea la película apropiada con el procesamiento correcto se obtendrá una imagen fotográfica que reproducirá fielmente los colores del original.

En el caso de las cámaras de video es necesario filtrar la luz que incide en los elementos fotosensibles, con el fin de "ayudar" a los sistemas electrónicos a obtener una representación adecuada de los colores del original.

Las funciones de balance de blancos y negros tienen el objeto de adaptar la electrónica de la cámara de video a las condiciones de luz, pero por sí solas son insuficientes para obtener una reproducción correcta del color. Por eso la mayoría de cámaras de video incluyen filtros ópticos que permiten trabajar con temperaturas dominantes de 3200ºK (luz de tungsteno) ó 5600ºK (luz día).

El recurso básico para controlar el color de la luz en situaciones difíciles es la aplicación de filtros de color al lente de la cámara o a las fuentes de luz.

Existe en el mercado de accesorios para fotografía un instrumento que permite medir la temperatura de color de la luz incidente: la lectura del termocolorímetro viene dada en grados Kelvin, y mediante una serie de tablas comparativas es posible determinar los valores de filtraje que se requieren para balancear el color de la luz en una situación determinada.

Generalmente es más práctico aplicar filtros a las fuentes de luz, lo cual permite obtener mayor control creativo sobre la imagen resultante. De hecho en la mayoría de los casos una iluminación exitosa es la que aporta elementos de color que, a pesar de salirse del balance perfecto, logran aportar un valor dramático a la imagen. Sin embargo, siempre será necesario comprender los principios básicos del manejo de la temperatura de color antes de arriesgarse a explorar terrenos nuevos.