En una reciente entrevista para un medio masivo, Alejandro González Iñárritu reveló que al filmar su aclamada Babel utilizó tres formatos diferentes de registro. Uno para las escenas filmadas en Marruecos, otro para las partes de la trama que ocurren en Norteamérica y un tercero para las grabaciones en Japón. La trama de la película es tan envolvente que durante la proyección no se nota el cambio de apariencia, aunque sí hay un evidente cambio de ambiente. A posteriori, recordando y revisando las escenas de cada una de las locaciones, entiendo y justifico la decisión del director.
La mezcla de formatos no es nueva en el cine. Muchas veces se ha utilizado más por presupuesto o por solucionar problemas logísticos que por consideraciones técnicas y artísticas. No fue este el caso de González, quien contaba con un gran presupuesto para su producción. Hoy se abren posibilidades interesantes para mezclar formatos con un objetivo comunicativo. Así lo expresa el director Jimmy Lindsey, quien en su corto Eulogy utilizó video y película para mostrar dos líneas diferentes de tiempo. Normalmente, este efecto se podría haber trabajado en posproducción, pero Lindsey prefirió hacerlo en cámara a pesar de que esto le podía causar problemas en post.
El hecho de que producciones de bajo presupuesto estén mezclando formatos nos permite formular algunas hipótesis:
- Una producción con mezcla de formatos no resulta necesariamente más costosa. No obstante, es necesario estudiar y dominar los formatos antes de embarcarse en una aventura multiformato. La diversidad abre posibilidades creativas. Pero son los maestros de cada formato los que pueden mezclarlos y producir algo novedoso.
- Cada formato tiene su razón de ser (incluso dentro de una misma producción), no sólo en cuanto al presupuesto del proyecto sino en cuanto a la intención comunicativa del director. No es viable filmar una primera comunión en 35 mm, pero sí podría justificarse en determinado momento incluir tomas de HDV en una superproducción.
- Vivimos en un mundo multiformato. La promesa de un único estándar para todo el mundo no es realizable. Los formatos compiten entre sí y permanentemente se crean puentes entre los diferentes continentes. Hoy, los switchers, NLE, VTR y servidores permiten esta coexistencia pacífica entre los diferentes formatos y nos ofrecen alternativas interesantes, pero aumentando las posibilidades de confusión.
No sólo hay múltiples formatos de video y película. Tenemos también diferentes estándares de transmisión de televisión (y, según parece, América Latina tendrá más de uno), diversos estándares computacionales y hasta voltajes distintos de país a país. La divergencia tecnológica nos presenta desafíos, pero al mismo tiempo ofrece posibilidades creativas que pueden ser aprovechadas por quienes dominan los formatos.
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