El panorama actual de los laboratorios fotoquímicos de cine es distinto debido a que la tecnología digital alteró la manera en la que se hace una película.
Por: Javier Puentes*
Por más de cien años, la producción y la experiencia cinematográfica se ha valido del trabajo de miles de personas que rara vez aparecen entre los créditos: los trabajadores de laboratorios fotoquímicos. Su labor es de las más históricas y ligadas a la esencia del cine. Desde la cronofotografía de Étienne Jules Marey, hasta la película desarrollada junto con George Eastman para el kinetoscopio de Edison, se requirió del trabajo químico para revelar la imagen latente de una película expuesta.
El cine fue el resultado de la combinación de diferentes tecnologías ópticas y fotoquímicas disponibles en el siglo XIX, como la fotografía (1830), la captura de negativos y la impresión de positivos (1880), la película en rollo (1850), la celulosa (1868), las emulsiones de alta sensitividad (1880) y la proyección (1645), las cuales abrieron paso a un proceso internacional de innovación que resultó en una industria que se propagó más rápido que la del motor de vapor y la locomotora.
Los desarrollos tecnológicos para la realización y reproducción fílmica, así como la estandarización de soportes, abrieron las puertas a una explosión de producción, y el inicio de la distribución fílmica como un elemento clave en la industria. El total de negativo producido en los Estados Unidos se incrementó de 38 mil pies en 1897 a dos millones de pies en 1910 y a 20 millones en 1920, producción que creció exponencialmente en el siglo XX.
En esos años el cine mexicano se catapultó gracias a la inversión privada de grupos de productores, que conformaron lo que en aquel entonces fueron los estudios más importantes de Latinoamérica, tales como: Estudios Clasa, Tepeyac, América, Azteca y San Ángel. Posteriormente, el gobierno decidió ser parte de la industria al construir y financiar los estudios Churubusco.
Entre los años 40 y 50, México fue la tercera industria cinematográfica más grande del mundo gracias al aumento de inversión pública y privada. Los estudios impulsaron una producción masiva de películas que eran procesadas dentro de sus propios laboratorios fotoquímicos. Asimismo, en México surgieron laboratorios independientes a los grandes estudios para satisfacer la demanda de procesos fotoquímicos en lo que se refiere al volumen de copias para exhibición.
El panorama actual de los laboratorios fotoquímicos de cine es distinto debido a que la tecnología digital alteró la manera en la que se hace una película. El procesamiento de imágenes en movimiento es una labor química, técnica y mecánica que involucra una variedad de procesos de alta especialización. El cambio en los métodos de producción y de distribución mermaron el uso del material fílmico y, aunque la película en los últimos años cobró fuerza dentro de la producción, el trabajo que se realiza tras bambalinas sigue siendo un misterio para muchos.
La distribución y producción clásica de cine, es decir basada en material fílmico, no volverá a ser lo que antes fue. Ello debido a que los avances en cuanto a la distribución de cine mediante DCPs hacen que el generar copias fílmicas para su distribución sea un gasto innecesario. Hoy la mayoría de las salas ya no cuentan con proyectores analógicos ni proyeccionistas capacitados en el manejo del fílmico.
Labo surgió en los 60 como un laboratorio fílmico dedicado al procesamiento de 16mm y actualmente es uno de los pocos laboratorios privados en el mundo. La distribución de copias fue lo que impulsó el crecimiento del laboratorio.
En los 80, Labo apostó por invertir en equipos de positivado -lo que en ese momento era una opción menos rentable comparada con el revelado de negativos- servicio utilizado por producciones mexicanas, las cuales dominaban el mercado fotoquímico nacional. Esta elección se basó en la convicción de que las pantallas de exhibición se multiplicarían en el país, lo que resultó ser una decisión acertada, ya que actualmente México es uno de los mercados que más cine consume.
El laboratorio comenzó a captar la mayor parte del material proveniente de los Estados Unidos, el cual llegaba a México con la necesidad de que se realizaran grandes cantidades de copias para su distribución. Además, las distribuidoras estadounidenses necesitaban el servicio de hacer copias positivas compuestas con sonido óptico estéreo y subtitulado.
Uno de los laboratorios que pudo cubrir esta demanda fue Labo, ya que contaba con el equipo, personal capacitado y los recursos tecnológicos para hacerlo. La inversión en reveladoras grandes e impresoras permitió que se llegaran a procesar hasta dos millones de pies diariamente en una operación de 24/7.
Varios de los técnicos del laboratorio, al igual que yo, vivimos esa época y nos hemos especializado en esta labor a través de los años. Poner las copiadoras o reveladoras a andar, saber cómo funcionan y reaccionar ante alguna falla, no es algo que se aprenda de la noche a la mañana. El trabajo en cuarto oscuro es un oficio a ciegas donde se manejan materiales frágiles de alto valor y equipos con ajustes complejos.
Las formas de trabajo, las técnicas y normas para llevar a cabo un proceso tan delicado como es el manejo, procesado y duplicado de películas llevan consigo una enorme responsabilidad por la manipulación directa de material fílmico. Un mal manejo puede resultar en la pérdida de material fotosensible que es irrepetible.
El preparado personal de Labo sigue estrictos parámetros con el objetivo de asegurar la calidad de las copias, haciendo pruebas químicas, inspecciones visuales y densitometrías, detectando, determinando y previendo posibles fallas dentro del proceso. Los trabajadores están altamente capacitados para determinar si el material es apto para su duplicado, proyección o almacenamiento.
Los técnicos especializados llevan a cabo variaciones controladas durante el proceso de revelado, como el Push/ Pull o el Bleach Bypass, los cuales afectan físicamente a la imagen. Estos procesos han caído en el desuso por las herramientas digitales de corrección de color y edición. El equipo se encuentra calificado para recuperar material fílmico antiguo para la preservación y restauración.
Los cambios en la industria fílmica han propiciado que algunos laboratorios reduzcan su capacidad operativa, ya que la capacidad operativa que se tenía antes es demasiada para la demanda de procesos fotoquímicos actuales. Bajo este contexto, Labo donó algunos de sus equipos a la filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para que se continúe con la enseñanza de estos procesos.
Sin duda el cine es un arte ligado desde su inicio al desarrollo tecnológico. Los métodos actuales para la producción y reproducción de películas abrieron la posibilidad de capturar y compartir imágenes en movimiento que hace cien años resultaban inimaginables. Pero en un presente digital en el que la tecnología avanza a pasos agigantados, debemos tomar el tiempo para reconocer el trabajo y los avances que nos llevaron a dónde estamos hoy. Mantener el conocimiento de los procesos de cine clásicos es mantener al cine vivo. ¡Corre Película!
*Javier Puentes, gerente de procesos fílmicos en Labo. Cuenta con 17 años de experiencia en el manejo de celuloide y materiales fílmicos. Ingresó a Labo en el 2002 como impresor en la producción de material fotosensible. Posteriormente se encargó de todos los equipos operativos del laboratorio y fue elemento clave para la transición de Labofilms a Labodigital donde lideró la creación, operación y documentación del área de masterización. Es un especialista en dailies fílmicos y digitales, duplicados y Piql, metodología operativa para los procesos de preservación digital.
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