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Volumen VS. Sonoridad

Los saltos de volumen cuando entran los comerciales siempre han sido parte de la experiencia de los televidentes, pero la situación se ha acentuado tanto con la migración a plataformas digitales para producción y distribución que los organismos regulatorios han resuelto tomar cartas en el asunto.

¿Qué nos pasa?

Había una vez un mundo en el que las estaciones de televisión trataban de mantener sus niveles de audio dentro de parámetros razonables mientras los productores de comerciales hacían todo lo posible para que sus mensajes sonaran más fuerte. De hecho, con los años la industria de producción publicitaria ganó esa guerra y logró la implantación de una serie de prácticas de mezcla y procesamiento de audio especialmente dedicadas a lograr que sus pistan sonaran MÁS GRANDESque las de sus competidores. Y ahora este cuento terminó…

¿Qué es lo que hacemos para lograr un sonido “MEJOR”? Aprovechar la absurda precisión de los medidores de audio digital para comprimir las señales de audio de tal manera que el contenido siempre esté en el extremo superior del rango dinámico disponible, pero eliminando picos y transientes de manera que en un medidor PPM la señal de audio aparece dentro de los parámetros requeridos por el teledifusor. NOMINALMENTE, claro está. Generamos mezclas inteligibles pero totalmente “pegadas al techo”. El efecto de esta práctica es discutible en términos de calidad, pero el objetivo se logra: El comercial se oye MÁS.

Lo grave del asunto es que el problema se ha ido saliendo del ámbito de los cortes para comerciales y ahora invadió el espacio de la programación. Los canales de TV quieren sonar más fuerte que sus competidores. Y aquí debo ser honesto e insertar un “mea culpa”: Desde hace muchos años trabajo con organizaciones que sobreprocesan el audio, que comprimen las mezclas finales de sus productos y las vuelven a comprimir en la fase de transmisión. Yo mismo he perpetrado muchas mezclas FUERTES, LLAMATIVAS y PODEROSAS… y que en función de la experiencia del televidente son simplemente OFENSIVAS.

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Reglas de juego

Hemos creado un círculo vicioso: Si la intensidad sonora de la programación del canal es más alta, los anunciantes pretenden sonar aún más fuerte para mantener el status quo. Y terminamos GRITANDO a los televidentes. Y considerando que los medidores de audio siguen marcando niveles válidos, nos enfrentamos a una decisión radical: Necesitamos cambiar el paradigma de medición del sonido. Llevamos casi 120 años tratando de medir el volumen, pero para tener un control real sobre cómo se oyen nuestros productos debemos empezar a medir la sonoridad.

Sonido real

La sonoridad -que en inglés se conoce como loudness- es una calidad perceptual del sonido. Atención: Estamos hablando de sonido, no de audio. En la naturaleza cada fuente sonora tiene condiciones particulares que determinan su sonoridad, y esas condiciones siempre están supeditadas al ambiente en el que se generan los sonidos reales. Todo sonidista con algo de experiencia sabe que cada instrumento musical tiene un comportamiento diferente cuando su sonido se registra, y la señal de audio resultante se mide usando VUs y PPMs. La física hace que un bajo sea más sonoro que una bandola, y que sea inevitable que un címbalo “tape” el sonido de un violín. Un punto para reflexionar: La disposición convencional de los instrumentos de una orquesta sinfónica depende precisamente de las características de cada instrumento… y fue establecida siglos antes de que se inventaran los sistemas de amplificación.

Los músicos hablan del “timbre” o del “color” de cada instrumento, un atributo bastante subjetivo que en esencia describe las variaciones de cada uno en términos de tono, producción de armónicos, reverberación, presión sonora, producción de interferencias, cambios de fase, falloff o atenuación con la distancia… y ancho de banda. Este término parece fuera de lugar hablando de música pero es muy importante para definir la sonoridad.

Sonido diverso

Un analizador de espectro nos permite visualizar la intensidad de una señal de audio por bandas, es decir, separando rangos de tonos determinados. Esto nos permite medir objetivamente los fenómenos que hacen que un bombo sea más sonoro que un violín. El bombo genera una señal con gran presión sonora en frecuencias bajas. El violín, como todos los instrumentos de cuerda, tiende a generar sonidos en un rango de frecuencia muy puntual conforme a la afinación de cada cuerda y a la habilidad del ejecutante. Los metales producen simultáneamente toda clase de ecos, interferencia, reverberaciones y turbulencias. De hecho, son instrumentos con patrones de difusión multidireccionales.

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Considerando estas diferencias podemos acercarnos a una definición útil de la sonoridad. Por una parte, las frecuencias bajas mueven más aire y llegan más lejos que las frecuencias altas. En general, un objeto capaz de generar frecuencias altas no puede generar una presión sonora muy alta. Y una fuente sonora tan anárquica como una trompeta genera presión sonora en muchas bandas - es decir que ocupa un gran ancho de banda en el espacio sonoro; en definitiva, suena más, es más sonora. Por eso muchos trompetistas usan sordinas…

Una multitud que murmulla es más sonora que un hombre que grita. Un conjunto de cámara puede resultar más sonoro que una guitarra eléctrica solitaria y amplificada. El maullido de un gatito puede percibirse claramente “detrás” de los ladridos de un alsaciano. Conclusión: En la naturaleza la sonoridad está íntimamente ligada a las fuentes de sonido reales y diversas que nos rodean.

La percepción de la sonoridad es fruto de una experiencia real y subjetiva. Está determinada por las condiciones de escucha y por las condiciones del aparato auditivo humano. Entonces lo más sano es aceptar que el estudio de la sonoridad corresponde más al campo de la psicoacústica que al de la electricidad: Se trata de experiencias humanas, no de variaciones de voltaje. Afortunadamente la ciencia de la percepción puede reemplazarse por un sonidista talentoso que sepa cuándo debe ignorar sus medidores y trabajar “de oído”…

Sonido registrado

El sonido es real y el audio siempre es una reconstrucción de la experiencia original. Por eso debemos asumir que el manejo de la sonoridad de cada uno de los elementos de una mezcla sonora debe empezar en el registro. Volvamos al ejemplo de la sordina: Si un conjunto de jazz que graba en un estudio de 60m2 no atenúa los metales, no hay la más mínima posibilidad de que en la grabación resultante puedan apreciarse las sutilezas del piano y los golpes de la rodilla contra el bajo. Por eso se inventaron la grabación multicanal y toda clase de micrófonos especializados. Y esto tiene más que ver con conocimiento que con juguetes: El uso de un compresor para “reforzar” una voz no puede reemplazar a la selección del micrófono adecuado - o a su correcta ubicación, entre otras cosas. Un buen productor es un artista de la sonoridad, no un administrador del volumen.

Y con esta observación volvamos al mundo de la TV: Debemos aprender a medir y producir en función de la sonoridad, de la experiencia real del televidente. La cosa se complica con la aparición de los sistemas de sonido envolvente, porque un mixdown estereofónico mal hecho está marcado precisamente por problemas de sonoridad. La competencia neurótica entre los productores de comerciales ha empezado a producir reacciones en los organismos regulatorios que son responsables de asegurar la calidad de la experiencia del televidente.

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Pero la aparición de este interés regulatorio no necesariamente es positiva. La norma ITU BS 1770/1 ha generado un marco de referencia que resulta solo marginalmente compatible con las prácticas autorregulatorias de la BBC. El senado de los Estados Unidos está procesando el Comercial Advertisement Loudness Mitigation Act, un proyecto legislativo que puede llegar a adquirir fuerza de ley aún en contra de la opinión del Comité ATSC y de algunas asociaciones de consumidores. Frente a esta situación los proveedores de servicios DTH que deben responder a las normas técnicas de diferentes mercados han optado por adoptar sistemas automatizados de ajuste de sonoridad que hacen un buen trabajo pero realmente no son perfectos.

Mientras tanto, en Brasil hay un importante trabajo en la línea de autorregulación por parte de los teledifusores. Y en Europa la EBU ha optado por trabajar en la definición de un estándar propio que tiene diferencias significativas con el trabajo adelantado por la ITU y ATSC. Y la ISO está algo retrasada en el tema de mediciones, infortunadamente.

El panorama regulatorio se ve algo confuso. Es posible que en los próximos meses se instauren normas internacionales que en muchos países tendrán valor de ley al estar respaldadas por tratados internacionales. Ahora bien, sabemos que en nuestro mercado la presión para hacer respetar estas normas no llegará tan pronto… pero puede ser un buen momento para empezar a estudiar el tema y evaluar la importante oferta de sistemas de medición y ajuste de sonoridad en tiempo real que la industria nos ofrece. No olvidemos que el televidente irritado por los comerciales GRITONESes quien tiene el poder: siempre puede mover su dedo tres centímetros para abandonar nuestra señal e irse a algún otro canal en el que los comerciales no produzcan jaqueca.

Cómo medir lo que no se oye

Un VU-Meter, el antiguo medidor de audio “de agujita” nos permite visualizar las variaciones de voltaje de la señal de audio. Y como funciona gracias a un electroimán tiende a atenuar las grandes variaciones de voltaje que exigen movimientos rápidos del mecanismo. De hecho, el mismo peso de la aguja indicadora lo convierte en un medidor de valores promedio de la intensidad eléctrica de la señal de audio.

Para compensar las deficiencias de los VU-Meters la BBC empezó a usar desde finales de los años 30 unos dispositivos que llamó Power Programme Meters o medidores PPM. Un medidor PPM nos muestra los mayores valores de energía de la señal de audio. En definitiva, un medidor PPM mide valores extremos de la señal de audio - y solamente nos muestra lo que ocurre en un instante.

Los primeros medidores PPM de la BBC básicamente eran medidores VU extremadamente sensibles que reaccionaban frente a un “pico” en la señal -esencialmente un transiente de voltaje- e indicaban su valor sosteniendo la posición de la aguja durante una fracción de segundo. Hace décadas que los medidores PPM de aguja han desaparecido: Con la popularización de los leds a finales de los setenta los PPM de unidades discretas o “de bombillitas” se convirtieron en la norma - y de hecho son los medidores preferidos por los fabricantes de equipos de audio digital, pues un medidor PPM resulta perfecto para los usuarios que quieren usar al máximo el rango dinámico y eliminar los “picos” para mantener la aparente legalidad de la señal… tal como hacemos todos últimamente.

Obviamente se han fabricado toda clase de medidores híbridos para lograr una medición realmente útil de las señales de audio: VU-Meters rápidos, PPMs lentos, medidores LED que tratan de comportarse como VUs, dispositivos que presentan simultáneamente picos y promedio… pero ninguno de estos dispositivos puede superar las limitaciones impuestas por la física: Las mediciones de voltaje (o de los valores de muestreo de una señal digital) son esencialmente insuficientes para describir de forma adecuada la sonoridad de una señal de audio. Hay demasiados factores que hemos venido ignorando en el último siglo… entre otros que el audio es voltaje transportado por cables, mezcladores y otros dispositivos. ¿No sería mejor si trataramos de medir sonido?

 

 

 

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