Hace poco me preguntaban que para qué servía la tecnología. Sin lugar a dudas respondí que para simplificar la vida del hombre; sin embargo esta premisa puede fallar con pasmosa facilidad, más aún en estos días en que cualquiera puede conectar un cable o ser un electricista.
Piénselo un poco más. No ha escuchado casos de parientes o amigos que quisieron invertir una buena cantidad de dinero mejorando su casa, mediante instalaciones tecnológicas, para luego encontrar que alguno de los sistemas no funciona o al manos no correctamente. Cuando llega el momento de la garantía mil inconvenientes aparecen, pero el técnico no lo hace y por consiguiente no responde por su trabajo.
En ese instante, que no es muy difícil de ser vivido, la tecnología deja de resolver y simplificar la vida. Se pasa de la ilusión de tener todos los sistemas del hogar o la oficina perfectamente interconectados a tener cajas de aparatos inservibles tirados por ahí en cualquier rincón.
Por eso usted, amigo técnico audiovisual, no participe de esas malas prácticas. Si se va a meter en un proyecto por simple que este parezca asegúrese de que puede entregarle al cliente lo que éste está esperando. Asegúrese de que cuenta con las capacidades y los recursos, técnicos y personales, para hacer los deseos de un cliente realidad.
Por último, no olvide que usted es el responsable por hacer una marca y construirse un nombre. Los trabajos que usted realice, el grado de compromiso que invierta en ellos y el soporte que le dé a sus clientes son elementos que realmente podrán generarle nuevos negocios. Siempre tenga en mente que la tecnología está para simplificarle la vida a los hombres, no para complicársela a usted y a sus clientes.
Deje su comentario