Uno de los efectos esperados por el cambio de régimen de concesión de espacios a la concesión de canales en Colombia a mediados de la década pasada, era la flexibilización de los horarios. Se sabía que, con el nuevo esquema, posibilitado también por las nuevas tecnologías de emisión, los canales podrían adaptar su programación a la demanda cambiante y romper la incómoda dictadura de la parrilla. Los noticieros pueden ahora interrumpir la programación regular para transmitir flashes informativos o alargar la duración del noticiero si algún evento especial así lo exige.
Sin embargo, la flexibilidad de horarios, que ha dado lugar a desorden y a excesos inadmisibles en la programación, provoca reiteradas quejas de los usuarios y llamados de atención por parte de la Comisión Nacional de Televisión.
Una situación similar se vive en Argentina, donde el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) recientemente les reclamó a los canales el cumplimiento de los horarios de programación como una forma de respetar los derechos de los consumidores.
El incumplimiento de los horarios por parte de los canales, tiene que ver claramente con la importancia del rating minuto a minuto y la competencia voraz entre los canales privados. La estrategia de emitir con un ojo en los otros canales y de cambiar el horario según los programas de los demás, surge como medida para evitar el zapping y la consecuente pérdida de la audiencia cautiva.
Sin embargo, estas tácticas tienen un factor tecnológico al ser posibilitadas, en parte, por el constante monitoreo de los otros canales y por la flexibilidad que ofrecen los servidores de playout de ser reprogramados al vuelo, sólo unos segundos antes del evento.
Un tercer factor que incide en esta tendencia hacia el incumplimiento de los horarios se relaciona con los vacíos legales que existen en algunos países y que impiden a los entes reguladores encargados sancionar a los infractores.
En otros países, los debates sobre el horario se han centrado en la invasión de avisos y programas con contenido adulto en franjas infantiles y familiares. No estoy seguro si esto es parte de una estrategia premeditada dentro de la lucha por el rating o un descuido de los encargados de la programación.
El problema de fondo es la visión a corto plazo que impone la lucha por el rating. El punto adicional que le podemos arrebatar al competidor alargando un programa, constituye una victoria pírrica. El televidente, en últimas, preferirá la opción predecible, los programas que no sean alargados artificialmente; que tengan principio y final.
No podemos usar las ventajas que nos ofrecen las nuevas tecnologías para irrespetar a los consumidores. De lo contrario, los seguiremos perdiendo.
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