En general, las tecnologías nacen en un contexto y con un fin determinado, para que luego, si se trata de una opción válida para el mercado, su uso se haga masivo y abarque alternativas que no estaban contempladas en la idea original.
Flash, de Macromedia, fue pensada como una herramienta de animación que permitiese a los dormidos sitios Web de la primera hora tener un poco más de vida: títulos en movimiento, imágenes girando y otros efectos similares. Y vaya si lo logró: a la fecha, es la solución prácticamente estándar en el mercado para este tipo de menesteres.
Esto lo logró gracias a la inclusión del plug-in preinstalado de forma nativa en los principales navegadores de Internet (Explorer de Microsoft y Navigator de Netscape), lo que convirtió a los usuarios de esos browsers en, también y sin sospecharlo, usuarios de Flash.
Pero lo cierto es que el objetivo inicial ha sido superado con creces y, en estos momentos, animadores de todos los rincones del mundo la emplean para proyectos mucho más ambiciosos. A la fecha, por ejemplo, ya se han realizado diversos festivales de cortometrajes de animación realizados en Flash (en Argentina destacó Mercano el Marciano, de Juan Antín y Ayar B, una serie de cortos para el canal de música MuchMusic que tuvo su propio largometraje y que se convirtió en una saga de culto).
En este punto, cuando el uso de la tecnología escapa largamente del concepto original, aparecen algunas dudas: la principal remite a si la tecnología está preparada para las mencionadas actividades.
Una cuestión de calidad
Como herramienta de creación está fuera de discusión: la generación de las animaciones es sencilla (de hecho, la simplicidad de uso fue uno de los principios básicos de los desarrolladores de Flash) y prácticamente no se requieren conocimientos de programación, como sí son necesarios en otras alternativas, como DHTML (Dynamic HTML, el lenguaje de programación para crear sitios Web dinámicos).
Además, la cantidad de herramientas, efectos y posibilidades que incluye Flash con un simple toque de un botón, a través de una función sencilla de menú o de la selección de un elemento de una paleta, hace que sea mucho más versátil para construir un trabajo de animación de gran envergadura que la otra opción mencionada.
En cuanto a la calidad del producto final, tal vez todavía Flash no sea la mejor opción si se pretende alcanzar un nivel broadcast. Convengamos que, si bien está creciendo a pasos agigantados, lo cierto es que fue pensada originalmente, como se mencionó, para que los productos resultantes fuesen distribuidos en entornos de redes de computadoras, en los que los requerimientos de calidad no necesariamente son los mismos que se exigen en, por ejemplo, una cadena de televisión o una sala de proyección cinematográfica.
Esto, de todas formas, no parece ser una barrera muy grave en el corto plazo. La versión MX de Flash, la última lanzada, incorpora al video como un componente clave. Por lo pronto, es capaz de importar cualquier archivo en formato estándar de video que sea admitido por los reproductores de QuickTime de Apple o de Windows Media Player, de Microsoft. Esto le abre camino hacia formatos muy usuales como MPEG, DV (Digital Video) o MOV (el nativo de QuickTime).
Los elementos de video que se importan pueden ser editados con un alto nivel de flexibilidad y hasta se les pueden incorporar comandos para que sean interactivos.
La línea de tiempo mejorada es otro punto fuerte: ofrece carpeta para organizar capas, una mejor respuesta del cursor y la capacidad de manipular múltiples fotogramas.
Esta inclinación hacia el video que ha sufrido la última versión, entonces, lleva por el camino de la mejora continua en cuanto a calidad y posiciona a Flash como una excelente alternativa integral.
La herramienta de Macromedia, entonces, parece tener todo el empuje para animar un poco las cosas. Y no sólo debido a sus características técnicas.
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