Iluminar la piel humana

La tecnología aplicada a las cámaras de TV nos sorprende día a día con su evolución, y más aún si la comparamos con la de las viejas cámaras de tubos. Los equipos actuales pueden manejar rangos de contraste de hasta 30:1, muy superiores a los que podían soportar las cámaras de hace algunos años. Esto quiere decir que es posible registrar imágenes de buena calidad en las cuales la parte más clara emita hasta treinta veces mayor cantidad de luz que la parte más oscura.

Al iluminar un set no sólo debe tomarse en cuenta el color de los paneles y la relación del contraste entre los muros y la utilería. También hay que considerar el color de la piel de actores y presentadores, el cual muchas veces corresponde a tonos intermedios que pueden perderse por una iluminación inadecuada.

Conseguir un buen rango de contraste es tan importante como mantener los tonos intermedios. Al igual que en la fotografía en blanco y negro, el realizador de televisión debe aprovechar los recursos técnicos a su disposición para generar imágenes con una completa gama de grises, que resulten agradables a la vista y entreguen el máximo de información en cada plano.

Al hablar de contraste hay que mencionar el brillo, es decir, la capacidad de un objeto para reflejar la luz que recibe en una dirección determinada. Las cámaras de video registran las variaciones de brillo como cambios en la luminancia de la señal de video, que están directamente relacionados con la cantidad de luz que alcanza el plano focal a través del sistema óptico.

Es posible medir el brillo de un objeto utilizando instrumentos convencionales de fotometría, que pueden convertirse en una valiosa ayuda para el iluminador de televisión. Hay dos tipos de brillo: el que se origina directamente en una fuente de luz, y el que se percibe por la reflexión de la luz en la superficie de un objeto.

El brillo de las fuentes naturales de luz generará, casi siempre, imágenes que exceden el rango de contraste que puede manejar una cámara de video. En casi todos los casos, el trabajo de iluminación debe realizarse en función de las variaciones de brillo de los objetos que se encuentran en el set, tomando en cuenta que la reflexión de la luz es directamente proporcional a la intensidad de la fuente e inversamente proporcional a la superficie.

Aunque es posible hacer ajustes de intensidad, concentración y apertura en los instrumentos convencionales de iluminación, el brillo percibido también depende del ángulo de incidencia de la luz en la superficie de los objetos. Posicionar una lámpara en un ángulo demasiado cerrado puede producir un exceso de brillo que hace imposible capturar imágenes detalladas y de buena calidad.

El ángulo correcto para colocar luminarias en estudio está entre 45° y 60°, posición que asegura un buen cubrimiento y minimiza la posibilidad de generar puntos de brillo excesivo. Un ángulo inferior a 30° puede generar problemas de deslumbramiento, brillo excesivo y aumento exagerado de contraste con pérdida de detalle en los tonos intermedios.

En definitiva, se trata de evitar que la luz incidente se refleje de forma perpendicular al plano focal de la cámara, conservando la concentración característica de las fuentes de luz originales.

La piel humana refleja una cantidad limitada de luz, más o menos constante en cada caso particular, pero sus características orgánicas –como el sudor, la concentración de grasa y las variaciones de tonalidad– pueden causar cambios intempestivos de brillo, que suelen convertirse en un serio problema de iluminación.

En ocasiones manejamos el set de acuerdo con nuestra vista y nos olvidamos de que no estamos trabajando para teatro, sino para televisión. Nuestra verdadera respuesta es la imagen que nos entregan las cámaras.

Las cámaras actuales pueden aceptar el blanco puro, e incluso hacer tomas de frente a un reflector, sin que esta acción las perjudique. Los elementos CCD permiten obtener imágenes de calidad aceptable a partir de sets iluminados con un contraste excesivo, incluso con hot spots o puntos de deslumbramiento. Aun así, el uso del blanco puro en la escenografía sigue siendo un gran problema para los realizadores, pues la relación de contraste del video aún es limitada y resulta difícil obtener colores de piel correctos cuando las cámaras se llevan a los límites de su desempeño.

Para evaluar de forma objetiva la calidad de imagen y la respuesta de la luz en el set, y ante las cámaras, tenemos que auxiliarnos con el vectorscopio y el monitor de forma de onda. El iluminador debe utilizar estas herramientas para establecer referencias que le permitan mantener valores de luminancia constantes en las diferentes tomas.

Si se establece un valor estándar para la luminancia de la piel, es relativamente fácil ajustar las luces para enriquecer la gama de tonos de una imagen al aumentar el contraste.

Al exceder el rango de contraste de la cámara, los rostros empiezan a oscurecerse. Los técnicos tienden a sobresaltarse y empiezan a ajustar los controles electrónicos de las cámaras, tratando de alterar su respuesta para mejorar la imagen.

Pero los medios electrónicos no son suficientes para controlar estas situaciones, porque aun si se bajan o se suben los niveles, la relación de contraste se conserva. Entonces se requiere aplicar técnicas de iluminación para atenuar la luz del set –en especial del fondeo– y dar un nivel lumínico aceptable en las personas, a fin de equilibrar primeros términos, sujetos y set.

Lo recomendado para uso del blanco en TV es un tono degradado con un máximo de 70% de reflexión, grises claros que dan la sensación de blanco sin opacar otros elementos de la imagen.

También es frecuente encontrar que el color del set resulte muy parecido al de la piel humana. En estos casos es recomendable romper el color de fondo mediante la proyección de sombras con plantillas o gobos, disminuir la intensidad de la luz incidente en los paneles o cambiar el color de la luz utilizando filtros de gelatina.

El uso de estas técnicas, con el auxilio de las luces de separación o backlights, permite "despegar" del fondo al sujeto y obtener una clara percepción del espacio tridimensional en la imagen.

Las arrugas faciales, el acné y otro tipo de marcas –incluidas ojeras y otras señales de fatiga– requieren un tratamiento de luz con filtros de color, a fin de maquillar el rostro por medio de la luz. Esta técnica puede complementar el maquillaje facial y mejorar la imagen del sujeto, con ahorro de tiempo en la producción.

Los filtros de maquillaje, por su parte, responden al color de la piel y a su grado de absorción y reflexión de la luz. La piel refleja como máximo 41% y como mínimo 28% de la luz incidente. Las personas muy blancas aparecen en video con el rostro muy pálido, sin color, mientras las más morenas tienden a presentarse demasiado oscuras, sin contraste ni expresión.

Según sea el caso, el iluminador selecciona los filtros adecuados, que normalmente permiten colorear la luz de forma muy leve, para delimitar mejor las zonas oscuras o agregar algo de tinte a las partes más claras.

Por otra parte, el uso selectivo de filtros de color puede servir para los casos en que es necesario combinar diferentes tonalidades de piel en el mismo plano. Normalmente es necesario manejar luces de color en los contraluces, para obtener más definición cuando el sujeto tiene tez oscura. Estas luces deben aplicarse de manera puntual para evitar que se altere el aspecto general del cuadro.

Además del uso cosmético de las luces de color, la calidad y la concentración de la luz pueden manipularse para obtener un efecto dramático. Las luces duras –proporcionadas por los reflectores fresnell– marcan rasgos fuertes y resaltan los defectos faciales. Los filtros difusores distribuyen la luz, atenúan los rasgos duros y las imperfecciones de la piel, y proyectan tersura facial ante las cámaras.

En caso de urgencia, si no se cuenta con filtros profesionales para la iluminación, se puede usar como recurso el papel translúcido que usan los dibujantes, con el grosor que sea conveniente.

Más allá de los recursos puramente ópticos para controlar la luz, las cámaras digitales más modernas tienen funciones de procesamiento digital de señales que permiten controlar el color en forma vectorial o reducir el detalle de alguno de los componentes de color.

El manejo de estas herramientas puede convertirse en una valiosa ayuda para el iluminador de televisión, que consigue así valerse de estos medios para optimizar su control sobre la imagen y acercar aún más su trabajo al del pintor.

Sin embargo, no hay que olvidar que, aunque la cámara sea mentirosa, es difícil obtener imágenes mejores que las que se le ponen al frente…