Resulta un ejercicio saludable y ampliamente justificado en estos cinco años de historia de la revista TV y Video hacer un alto en el camino, sobretodo si se trata de un medio que vive un vertiginoso proceso de aceleración histórica y formularse algunas preguntas relacionadas con el tema de la televisión en América Latina.
En esa medida y sin desconocer la formidable revolución tecnológica que en ella se ha operado y de la que muy seguramente se ocupan otras páginas de esta publicación, dejaremos a un lado la realidad de la televisión digital y la manera como los productores en la región han asumido este gran reto, o el debate sobre Internet considerado como el gran canalizador de la convergencia tecnológica, para detenernos en la programación considerada como la prima de este medio masivo para intentar responder dos preguntas relacionada con él: ¿Cuál es el contexto en el que se mueve actualmente? ¿Qué características presenta la programación?
La televisión del siglo XXI
Intentar una caracterización de la coyuntura por la que atraviesa la llamada "caja mágica" supone partir de una verdad que en esta transición al nuevo milenio puede sonar excesivamente reiterada: la transición de los medios de comunicación audiovisual en los últimos años ha traído consigo el crecimiento acelerado del número de canales, de la oferta de programas y de las modalidades de acceso de manera tal que la televisión de hoy ya no es ni será la que era antes.
América Latina no escapa a esta realidad. Desde su instalación en el continente entre los años 50 y hacia finales de la década siguiente, su proceso de consolidación se ha visto atravesado por las realidades económicas, políticas, sociales y culturales que marcan este territorio. En materia económica, a pesar de la recesión que se vive a nivel general, la presencia de inversionistas extranjeros en un tiempo relativamente reciente así como una fuerte inyección de capital de los grupos económicos de la región, hacen que algunos de los conglomerados multimedia logren "sobrevivir" en esta etapa. Un ejemplo de esta realidad la encontramos en Colombia en el caso de los canales privados, que hacen su aparición un año y medio atrás, gracias al respaldo de los grupos económicos, y que gradualmente han logrado posicionarse.
La preocupación por la televisión desde el ámbito político no es menos importante. En este sentido se pueden señalar algunos "intentos" de formulación de políticas que buscan establecer las "reglas de juego" en este universo cambiante reflejado en las distintas modalidades televisivas.
Sin embargo, dada la poca capacidad de los estados y su falta de voluntad y claridad frente al tema el panorama no es muy halagador. El diseño de políticas que sepan interpretar la lógica de las transformaciones de la televisión y no respondan a visiones cortoplacistas es hoy una necesidad apremiante.
El impacto sociocultural de este medio es, sin lugar a dudas, una de las preocupaciones más relevantes. Debido a las grandes diferencias existentes en América Latina justamente por factores de tipo económico, político y social, se hace necesario hablar de "televisiones" en plural cuando intentamos hablar de la televisión abierta. En este contexto nos encontramos con los canales nacionales, los regionales y locales, entre otros.
Dada la trayectoria de los primeros y la amplia bibliografía que sobre su realidad se ha escrito aparece como pertinente la pregunta por estas otras modalidades consideradas como escenarios legitimados para el reconocimiento de la pluralidad y heterogeneidad cultural y como espacios claves para la construcción de la llamada identidad.
Atrás quedaron los tiempos en que los ciudadanos recibían la señal de uno o dos canales de cubrimiento nacional: Gradualmente en el espacio audiovisual latinoamericano hacen su aparición en los años 80 los canales regionales considerados como un elemento dinámico en la construcción de este espacio y convirtiéndose en propuestas de descentralización televisiva.
Lo anterior debido a que, ante la dificultad de encontrar su verdadero sentido, y agobiados por presiones económicas, se han convertido en copias de las cadenas nacionales frente a las que experimentan una situación de inferioridad. Prueba de ello se refleja en el diseño de la programación que aparece como una imitación mal hecha de géneros y formatos empleados en la televisión nacional.
La programación televisiva
En este medio siglo de historia podemos señalar algunos aspectos relacionados con la programación. Durante mucho tiempo se pensó que la acción de programar así como la producción de un género, por ejemplo la telenovela, era algo que se hacía siguiendo "mecánicamente" unas reglas establecidas. En el caso anterior era garantía de éxito contar con un reparto encabezado por un director de renombre, una libretista exitosa, una actriz y un actor de gran aceptación y una historia ajustada a la gramática del género.
Esta percepción gradualmente se ha empezado a superar por la fuerza de los hechos pues cada día se comprueba más que una de las características de la programación es su condición de actividad artística en donde se realiza una labor muy cuidadosa con una serie de productos estratégicamente ubicados y sus enfrentados con la competencia.
Continuando con la reflexión al interior de los géneros podemos ver como los llamados "tradicionales" en la parrilla de programación (noticieros, telenovelas, comedias y concursos) se mantienen. Existirán otros que sobresalen en la medida en que en un corto tiempo han logrado "atrapar" audiencias específicas. Se trata de los dibujos animados pensados para adultos, y de la interactividad, considerada más que como un género como una revolución tecnológica presente en ciertos géneros como es el caso de los concursos, los programas deportivos y particularmente la programación infantil.
En el primer caso, nos encontramos con series como "Los Simpson" y "Los reyes de la colina" ubicados en los horarios primetime de un alto porcentaje de canales en América Latina. De otra parte, la televisión interactiva, considerada como una infalible estrategia de seducción para un público infantil y juvenil aparece convertida en uno de los bastiones de la sociedad de entretenimiento. En esa medida, y dada la alta rentabilidad, los proveedores de tecnología se mantienen en un movimiento permanente en busca de ese mercado cautivo.
Un aspecto estrechamente relacionado con el tema anterior es el de las audiencias. Estas han sufrido transformaciones estructurales debido en parte, a los cambios operados al interior de la familia y a la multiplicidad de la oferta audiovisual que ha traído consigo procesos de fragmentación de las mismas. El cable, considerado como el gran contendor de las televisiones abiertas, poco a poco ha ido captando un público que viene de esta modalidad anterior y que conformaba las llamadas "grandes audiencias" las cuales han venido desapareciendo salvo para ciertos eventos, como es el caso de las transmisiones deportivas.
La necesidad de formular políticas de comunicación unidas a políticas culturales, la competencia con otras televisiones que obliga a pensar a los productores y realizadores de la televisión abierta una caracterización más exacta de su programación y un mayor conocimiento de su público para lograr un mayor acercamiento a sus gustos, costumbres e intereses, son algunas de las tareas apremiantes en un continente que se debate en medio de una profunda desigualdad económica y cuya brecha la televisión puede contribuir a cerrar.
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